lunes, 25 de junio de 2012

Lugo al desnudo.



Por Leandro Querido.
Politólogo UBA.


Mucho se dijo y mucho se dice con relación a lo sucedido en el Paraguay.
El debate constitucional, procedimental, de a poco le cede lugar a otro tipo de cuestiones; por ejemplo, las concernientes a la necesidad de construir poder político propio.
Fernando Lugo ganó las elecciones presidenciales del 2008 siendo un outsider de la política, un hombre sin partido político, prácticamente sin antecedentes políticos.
Alrededor de su figura se conformaron una serie de partidos menores que, si bien terminaron con la hegemonía de más de 60 años de la Asociación Nacional Republicana-Partido Colorado (ANR-PC), no lograron hacer pie en el “territorio”.
Una figura no alcanzó para darle gobernabilidad a un gobierno que como hemos visto parece tener más respaldo regional que local.
Néstor Kirchner, uno de sus sostenedores de origen, cuando salió segundo con un magro 22%, en las elecciones presidenciales del 2003, supo que tenía que controlar el “territorio”, es por ello que aparte de tomar medidas populares tendientes a darle legitimidad a su nuevo gobierno también se dedicó de manera obsesiva a disputarle el poder a su mentor, Eduardo Duhalde.

            Lugo quedó rehén de una situación que no supo resolver. Si bien la mayoría de los partidos que conformaron el frente Alianza Patriótica para el Cambio eran partidos nuevos y diminutos sobresalía el experimentado Partido Liberal Radical Auténtico. Sin pausa, este partido aprovechó la debilidad de Lugo y al conformarse las listas de diputados y senadores para la elección del 2008 se llevó la parte del león. Esta situación se trasladaría sin demoras a la vida institucional. Federico Franco, vicepresidente electo, utilizará este poder para condicionar a un presidente débil. Si bien la fórmula de la APC alcanzó un 40%, casi 800 mil votos, el Partido Colorado y Lino Oviedo retuvieron una importante cuota de poder, el 55% de los votos restantes.
            Dada esta situación, Fernando Lugo, quedó debilitado en los dos frentes. Por un lado el externo, con dos partidos fuertes acosándolo, por el otro el frente interno, subsumido a un partido que desde el inicio le quiso marcar su propio derrotero.
            Los límites de concesionar la lista de legisladores no tardaron en mostrarse. Los números son contundentes: en Diputados para habilitar el Juicio Político Lugo perdió 76 a 1. Envalentonados los Senadores hicieron lo suyo rápidamente.

            Lugo fracasó en construir poder político, propio o producto de acuerdos perdurables. La política tiene un costado menos visible pero sumamente importante que este soslayó.
            En nuestro país el Frepaso, allá por los ‘90, llevó adelante esta concepción política que hoy reúne tantos adeptos en nuestro país. Paradójicamente Fernando Lugo, luego de distanciarse de varios partidos que fundaron la APC se presenta con un nuevo sello en las elecciones para intendentes del 2010, el Frente Guasú en guaraní, o Frente Grande.
            Los resultados de estas elecciones confirmaron el fracaso de su política, lo dejaron al desnudo y en política estas situaciones no se perdonan: de 237 intendencias en juego el Frente Grande obtuvo 2, el 0,84%. Por su parte el ex aliado Partido Liberal Radical Auténtico obtuvo 86, siendo el gran ganador el Partido Colorado con 135. Es decir, que entre el PC y el PLRA se llevaron más del 93% de las intendencias en disputa.

Lula es un hombre de partido, de hecho el Partido de los Trabajadores se impone en un país continente, a pesar del sistema electoral vigente que favorece la personalización de la política. Chávez no perdió un minuto en conformar el suyo y así consolidar sus triunfos electorales, Correa, Morales han hecho lo suyo en este sentido; pero como dice el dicho “el hilo se corta por lo más delgado” y este se encontraba en el Paraguay.
            Es de esperar que siga el debate en torno a las formas legales en las que se resolvió esta delicada situación pero en cuanto al aspecto electoral el veredicto es terminante: un partido político estructurado a nivel nacional, desplegado en todo el territorio es condición necesaria para poder llevar adelante un gobierno.
            Paul Virilio en su libro Velocidad y política, se pregunta si es el asfalto el territorio político; podemos afirmar que en el caso paraguayo el territorio es lo que queda de los quebrachales, el monte, su Chaco oriental, sus pueblos y sus ciudades de oriente, en donde el ritmo de la política parece imponerse no sin contradicciones. 

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