Leandro Querido.
Politólogo. UBA.
@leandroquerido
El 11 de junio
comenzó un juicio histórico, un verdadero leading
case. En los tribunales II de la provincia de Córdoba están juzgando a tres
hombres, dos productores agropecuarios y un aviador. La imputación se centra en
“la aplicación indebida de agrotóxicos” sobre una población determinada, en
este caso, Ituzaingó anexo, un barrio períferico de Códoba capital.
En realidad,
se están juzgando otras cosas, como por ejemplo la ambición desmedida, la
codicia, la falta de escrúpulos y la insolidaridad. La búsqueda de rentabilidad
es el motor de un capitalismo que de responsabilidad social y ambiental mucho
no comprende.
En la Radio de la Universidad de Buenos
Aires tuve la oportunidad de entrevistar a la Dra.Betiana Cabrera
Fasoli, una joven médica y docente cordobesa que indignada, angustiada por lo
que estaba viviendo su pueblo decidió hacer algo. Así como el actual régimen de
explotación agraria, basado en las semillas transgénicas, la siembra directa y
la exportación rápida saca lo peor de los empresarios rurales, también saca lo
mejor de mucha gente que no tolera el curso que han tomado los acontecimientos.
El relato de
la entrevistada comenzaba así: “en el pueblo los primeros síntomas no tardaron
en llegar, algo malo estaba pasando con el bicherío”. Las mariposas no se
hacían notar, en las lagunas los sapos no aparecían y el croar de las ranas era
prácticamente inperceptible. Los viernes a la noche una avioneta sobrebolaba el
pueblo, el olor típico de los agrotóxicos se apoderaba de todo.
Al comenzar la
semana las maestras debían dictar clases con las ventanas cerradas. Algunas
escenas volvieron a alertar a los pobladores. Muchas señoras comenzaron a usar
pañuelos en sus cabezas con la intención de ocultar la debilidad de sus
cabellos. En las plazas o en las esquinas del lugar los chicos jugaban como
siempre con la diferencia que ahora debían hacerlo con un barbijo en sus caras.
Se dice que
los cuerpos hablan, y en este caso comenzaron a gritar. Las primeras
manifestaciones fueron las enfermedades respiratorias y las alergias, luego las
dermátologicas para dar lugar a la prevalencia de cánceres blandos, la leucemia
o los linfomas. Este panorama cerraba con la presencia de cánceres menos
frecuentes como los hepáticos y los testiculares.
Las madres dejaron
de ser solo eso, madres, y a medida que fue creciendo su lucha se las llamó “Las
Madres de Ituazaingó”. No fue nada fácil el darle visibilidad a este drama, es
así que presentaron 96 denuncias penales sin respuesta. La situación cambió
cuando un ex funcionario se sumó a estos reclamos. Se trataba del ex
Subsecretario de Salud de la
Ciudad de Córdoba, Meandro Ávila Vázquez, ahora uno de los
querrellantes en este juicio.
Cuando
el gobierno nacional y las entidades agropecuarias se pelean lo hacen solo por
plata como se dice coloquialmente. Se nota demasiado la codicia de estos dos
sectores en pugna. Pero debe quedar claro que en cuanto a las consecuencias de
este modelo deshumanizado son socios, son cómplices.
El gobierno
nacional no controla a los productores agropecuarios, permiten que maximicen
sus recursos a cualquier costo; las entidades agropecuarias por su parte asumen
una defensa corporativa de los productores en cuestión. De modo llamativo,
aducen problemas de costo sin importarles lo más mínimo la salud de las
poblaciones rurales. Sin embargo, estas entidades en sus apariciones mediáticas,
cuando se discuten los problemas de la renta dicen representar “al campo”.
Queda claro que los pueblos como Ituzaingó no forman parte de esta categoría.
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