miércoles, 10 de diciembre de 2008

Ladrones de guante blanco.




Así es el título del último libro del historiador Lucio Mir, Ladrones de guante blanco. La corrupción porteña en tiempos de la South Sea Company (1713-1752) publicado por Biblos en el presente año.
Como reflexión obligada podemos decir que los ladrones de este tipo son la contracara de los llamados ladrones de gallinas. Estos últimos se caracterizan sobre todo por el hecho de actuar en condiciones precarias, movidos por la más elemental necesidad de saciar el hambre. Queda claro que aquí no hay planificación, tampoco acompañamientos de ninguna índole; es un acto delictivo que se comete desde la individualidad y en situaciones oportunas.
En cambio, los ladrones de guante blanco hacen del hecho delictivo un fino proceso con un discreto encanto que puede variar según el caso pero que siempre presenta una característica común: la presencia apañadora del poder.
Cuando se trata de conformar o consolidar una red de corrupción, sea pública o privada, se necesita por acción u omisión al Estado.
En el debate público actual este problema se encuentra presente y no pocos habitantes de nuestro país manifiestan su odio hacia el gobierno de turno por el hecho de malversar los fondos públicos.
Cuando en un país la corrupción es estructural los mecanismos que la garantizan están solapados, un complejo andamiaje de recursos institucionales y normativos permiten su funcionamiento. Sin embargo, hay algo que no se puede evitar y son las consecuencias que un acto de corrupción perdurable en el tiempo conlleva. El funcionario no tarda demasiado en ostentar los beneficios del sistema y es aquí cuando la sospecha de la sociedad se generaliza. No obstante, esta presenta dificultades para encontrar un anclaje. Se sabe que se enriquecen ilícitamente pero no se sabe cómo, se desconoce el medio por el cual el corrupto actúa.
Por eso es muy interesante el libro de Lucio Mir que expone un estudio de un caso que esclarece el modo, la figura normativa acerca de cómo se llevaba adelante el contrabando de esclavos y de productos importados en el Río de la Plata. Allí queda evidenciada la connivencia entre las autoridades coloniales, la empresa público-privada inglesa South Sea Company y los comerciantes locales.
El autor, en una entrevista radial que me concedió, sostuvo que el Gobernador de Buenos Aires, en concepto de gratificaciones, había recibido en un año el equivalente al valor de 166 casas de la época, con lo cual se demuestra la envergadura de dicho negocio.
El valor del libro, entonces, es doble: por un lado este caso testigo deja al desnudo la presencia inglesa en el Río de la Plata por el año 1713, con lo cual se la detecta mucho tiempo antes que la historiografía en general dado que la fecha habitual data de 1806, es decir, al momento de producirse la primera invasión inglesa. En segundo lugar, el libro nos traslada inevitablemente a nuestro presente, nos invita a desarrollar un ejercicio reflexivo con la intención de detectar por dónde pasa el circuito de la corrupción, cuáles son sus resortes institucionales y normativos más elementales.
Es muy probable que cada uno de los que realicen este sendero llegue a destinos muy diferentes, no obstante, me siento obligado a hacer públicas mis conclusiones y estas me dicen que la corrupción estructural le debe su exitoso desarrollo, sobre todo, a las leyes de emergencia económica, la ley 25.561, que desde el 6 de enero del 2002 se mantiene de algún modo vigente con sus modificaciones y su prórrogas como por ejemplo la última realizada a fines de este año 2008.
En este sentido, podemos introducir el notable trabajo del filósofo romano Giorgio Agamben sobre el estudio de los estados de excepción caracterizados por esas situaciones de emergencias ficticias provocadas por los gobiernos con nulo apego republicano y que en la práctica funcionan como un pretexto para suspender el orden jurídico o para evitarlo por el mayor tiempo posible. En estos momentos de confusión es cuando el circuito de corrupción mejor funciona; confusión entre la regla y la violencia que implica su violación.
En definitiva, tanto las instituciones de España en la etapa temprana colonial, como las instituciones de la actual e independiente Argentina se emparentan en su debilidad y por lo tanto vulnerabilidad. Sin embargo, no son pocos los dirigentes de nuestro país que muestran su fastidio cuando se habla de republicanismo y fortalecimiento institucional; desconocen que sin estas condiciones tampoco hay ninguna posibilidad de avanzar hacia una democracia sustancial. La democracia procedimental que tenemos es congruente con el republicanismo famélico actual que padecemos; terreno propicio para los ladrones de guante blanco.

martes, 14 de octubre de 2008

Americanismo y Democracia en Roque Sáenz Peña. Por Leandro Querido


Gerardo Oviedo, integrante de CECIES (Centro de Ciencia, Educación y Sociedad), ha comentado mi libro sobre Roque Sáenz Peña publicado por Ediciones Universitarias en el marco de la Colección Pensamiento Nacional e Integración Latinoamericana.

A continuación reproduzco su crítica.

(más información: http://www.cecies.org/)Añadir imagen


En uno de sus rescates más originales, el tercer volumen de la colección reúne una serie de escritos de Roque Sáenz Peña. Como es sabido, Roque Luis Sáenz Peña, que llegara a la presidencia argentina para cumplir el lapso de 1910-1916 y falleciera por enfermedad durante el cuarto año de su mandato, el 9 de agosto de 1914, fue el redactor de la célebre ley electoral que lleva su nombre, promulgada en febrero de 1912. Menos conocida es su militancia doctrinal por la integración de América, tributaria del legado bolivariano. Según el prologuista Leandro Querido, el ideario de Roque Sáenz Peña se contraía al desarrollo de una política interior democrática junto a una política exterior americanista. Su diagnóstico de la realidad continental, semejante al de intelectuales de la élite liberal como Ernesto Quesada, por ejemplo, nos prevenía ante el creciente avance imperialista de los Estados Unidos encubierto bajo el modelo del panamericanismo de la Doctrina Monroe y del viejo lema del “Destino manifiesto”, hecho ante el cual creía menester reivindicar la latinidad del sur y contener el expansivo materialismo anglosajón. Así opuso, en su accionar diplomático, una perspectiva integracionista y antiimperialista apta para enfrentar el expansionismo norteamericano, que era también de índole cultural. Roque Sáenz Peña comenzó a sustentar estas posturas integracionistas desde 1888, en alianza con Uruguay, en oportunidad del Congreso Sudamericano de Derecho Internacional Privado. Las mismas posiciones se hicieron valer en 1889, en ocasión de la convocatoria a la Primera Conferencia Panamericana en Washington D.C. En el orden interno y al cabo de su vida de reformista liberal, nos dice Leandro Querido que “Roque Sáenz Peña tomó distancia con respecto a su entorno oligárquico cuando decidió romper con la fórmula de la ‘república restrictiva’ del orden conservador (libertad civil para todos, libertad política para pocos) asumiendo el ‘riesgo de la igualdad’.”


Gerardo Oviedo.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Edgard Allan Poe en clave política local.


Edgard Allan Poe en clave política local.


Por Leandro Querido.

Los textos permanecen inmutables con el paso del tiempo; pueden pasar siglos pero ese párrafo que tanto nos impactó seguirá siendo el mismo. En tal caso el que los reformula, le saca nuevas conclusiones o interpretaciones es el lector que a su vez queda siempre a merced de la influencia de su contexto que hace que un mismo libro sea, en realidad, muchos. Por lo tanto, releer ciertos textos es siempre un ejercicio recomendable y además un buen pretexto para reencontrarse con algo que en su momento nos conmovió.
Hace unas noches atrás, por ejemplo, me dieron ganas de Poe. Era una noche perfecta y quería distenderme leyendo al precursor de la literatura norteamericana y así lo hice. Disfruté mucho de “El gato negro”, sobre todo cuando el autor se sumerge en la natural injustificación de la perversidad. El personaje de esta short story se encontraba perplejo ante una necesidad, tan interna como baja, de actuar mal por el solo deseo de ejercer el mal. Así, se la agarraba con un pobre gato de nombre Plutón que nada le había hecho más que darle cariño y compañía; allí el acto perverso, cuanta más fidelidad ofrecía el felino más violencia recibía por parte de su dueño. El pasivo y sufrido animal, al cierre de este episodio, se las ingeniará para darle el golpe de gracia a este enrevesado hombre que disfrutaba con su martirio y sojuzgamiento.
Me imaginé una y otra vez la situación, me quedé en ella y luego me puse a navegar por ella ¿Cómo no asociarla con la peculiar relación que se da en muchas ocasiones entre la multitud y el líder o la líder?
Pero fue cuando abordé el segundo cuento que asocié el tema anterior de la perversidad con la política o con las formas que ha asumido lo político en la actualidad. En el clásico y magnífico cuento “La Carta Robada”, Edgar Allan Poe deja al desnudo la personalidad del político moderno, desnuda las miserias de este singular espécimen obsesionado por la conservación del poder por cualquier medio; en este caso a través de la extorsión.
Noche, Edgar Allan Poe, tópicos interesantes como perversión y conservación del poder por cualquier medio. Aquí empiezo a introducir la influencia que ejerce el contexto al momento de leer. Evidentemente, me encontraba leyendo sus cuentos con una clave política, acosado por la actualidad que nos abruma. Dudé un instante acerca de la pertinencia de realizar un abordaje de este tipo; pensé que podía ser muy forzado pero de pronto recordé que este poeta y literato había tenido un paso por la política, que había sido parte (y carne) de los incipientes partidos políticos “americanos”, paridos desde el vamos como máquinas electorales. Al leer este cuento percibí un dejo aromático; efectivamente había un aroma a política que me dio cierta seguridad para avanzar en esta interpretación.

El tercer cuento fue el que me hizo atar cabos. En realidad, se trata de una pequeña historia que, sin lugar a dudas, aborda elípticamente a la política y a la incomprensión total de sus reglas por parte de sus contemporáneos, al fin y al cabo sus remitentes.
Se trata de “Manuscrito hallado en una botella”, un desarrollo magistral acerca de lo que debería ser un derrotero por el sendero del final ¿cuáles serían las vicisitudes de un pesimista protagonista atravesando por este camino sin retorno? ¿Cómo sería ese último trayecto?, ese que uno atraviesa como ahogado por una gélida angustia capaz de provocar derroches de resignación. Si bien estoy muy lejos de reverenciar la figura de Domingo Faustino Sarmiento, debo traerlo como ejemplo cuando al final de su intervencionista vida siente que todo lo que observa es una imagen decadente de lo que alguna vez imaginó. La Argentina seguía siendo un criadero de vacas y de moscas. En la banca que ocupó en la última etapa de sus días probablemente atravesó por esas crepusculares sensaciones, estaba en la cubierta de ese mismo barco retratado por Poe cuyo destino era el final y mientras se escuchaban discursos que fondeaban en el Congreso su atención reposaba en la preparación de ese mensaje que pondría dentro de una botella ante el inminente sacudón que haría naufragar definitivamente a su país.
El protagonista del cuento de Poe se encuentra en un barco en el que no se halla, ni lo hallan. Es invisible ante el resto de los tripulantes que, según él, son hombres incomprensibles. No entiende lo que hacen, ni por qué lo hacen. Hay como un engranaje superior, que pone todo a andar, que no resiste intervención alguna y que funciona por sí. Si uno habla no lo escuchan, si uno hace no lo notan. El único acto racional permitido es la resignación, no obstante toda la ira contenida del personaje será canalizada en ese único momento, cuando escriba su mensaje final para colocar en una botella.

En el marco de cualquier comunidad la concentración del poder y el ensimismamiento de la política (y de los políticos) conducen inevitablemente a una peligrosa ruptura. La incomprensión mutua hace que los políticos tomen decisiones que hacen a toda una comunidad sin reparar en ella, ni en sus reclamos ni en sus intereses. Cuando estas decisiones son tomadas por la titularidad de un poder ejecutivo la situación es aún más grave debido a que esta falta de comprensión encierra de algún modo un acto perverso. La política autorreferencial hace que se privilegie siempre la lucha por el poder entre los que participan de ella sin medir las consecuencias que esto conlleva. Cuando se le niega a una provincia (a una comunidad) fondos que le pertenecen, o cuando a una ciudad no se le confiere el poder de manejar su policía hay un acto perverso, por lo menos en un sentido poeiano. Por su parte, cuando la sociedad no se halla como fundamento de la política esta ruptura hace que todo el juego político no sea más que eso, una lúdica ficción. Es en ese momento cuando las sociedades transitan invisibles por la cubierta de un barco que les resulta ajeno.
Pero la oscura nube se disipa cuando esta multitud invisible deja de serlo en ese momento final, cuando escribe un mensaje para poner dentro de una botella con la esperanza de que alguien escuche y así comience otra etapa.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Nota de opinión por Leandro Querido.

El futuro de la democracia es la Comuna.

Uno de los hitos políticos de la historia de la humanidad, quizá el más trascendente, haya sido la revolución francesa. Es allí en donde la política moderna encuentra su origen. Una consigna fue reclamada con una fuerza desmedida que aún recorre el mundo entero en pos de un cambio democrático: Libertad, Igualdad, y Fraternidad. Se suele omitir, sin embargo, una cuarta que también presenta mucha vigencia: la vindicación del poder municipal. Es así que podemos decir que la historia administrativa moderna comienza en 1.789, a partir del enfrentamiento de los demócratas contra el Estado absolutista.
En la actualidad, luego de 219 años, atravesamos una época caracterizada por la denominada globalización en donde los Estados nación parecen solo preocuparse por ofrecerles ventajas competitivas a los sectores concentrados de la economía mundial y es así como una rutina de la expoliación mella los derechos de la ciudadanía. Podemos pensar que así como a fines del siglo XVIII había todavía Estados Absolutistas hoy nos encontramos con Discursos Absolutistas. Como consecuencia de ello la reforma de los 90, antidemocrática y privatista, instauró la lógica de la soberanía del consumidor en detrimento de la soberanía del ciudadano. La Ciudad de Buenos Aires como toda la Argentina se transformó en una inmensa góndola en donde solo tenían acceso algunos pocos. La mitad de la población de nuestro país es pobre, han dejado de ser ciudadanos, como así también consumidores.
Es aquí cuando se produce la denominada crisis de representación. Los ciudadanos que se resisten a perder esta condición parecen preguntarse ¿como confiar en las instituciones centrales cuando estas deterioran mi calidad de vida? A modo de respuesta vuelve a emerger un sentimiento de localidad, que es en definitiva el que se encarna en la lucha por la descentralización. Esta vez la ciudadanía enfrenta a un Estado excesivamente burocratizado, en cuya agenda solo se encuentran los reclamos de los sectores corporativos tradicionales. Incapaz de dar respuesta a esta nueva sociedad El Estado central impone ejes ficcionales y se pasan los años intentando resolver uno o dos temas. En este escenario asfixiante la descentralización debe ser el motor de la tan necesaria reforma política. Una reforma que sea democrática y participativa, que incorpore a los ciudadanos en los procesos de toma de decisión, que amplíe el terreno de los derechos y las libertades de los sectores sociales desplazados, que pueda dar respuesta al problema de la exclusión, que otorgue un mayor control popular y que en definitiva transforme y mejore al gobierno central a partir del fortalecimiento de los futuros gobiernos comunales. No resulta exagerado sostener que el futuro de la democracia depende necesariamente de la profundización del proceso de descentralización ya que como sostenía Tocqueville solo “en las comunas reside la fuerza de los pueblos libres”.





Leandro Querido.


Fue Director General del CGP13 entre el 2000 y el 2002.


Impulsor del Presupuesto Participativo en la Ciudad.

martes, 16 de septiembre de 2008

BOLIVIA


La Hora de Bolivia.

Bolivia es tan de los argentinos, como la Argentina es de los bolivianos.
Los límites políticos que marcan nuestras fronteras no existen cuando se trata de delimitar nuestros recíprocos sentimientos de confraternidad.
En política las casualidades no existen; el inicio de la revolución contra el dominio español en el Río de la Plata se produjo como todos sabemos un 25 de mayo de 1810; ese día se cumplía un año exacto del trascendente levantamiento de Chuquisaca que marcó a fuego la suerte del imperio español en la región.
Mariano Moreno, el más recordado revolucionario de nuestro país, había cursado sus estudios de abogado en la famosa casa de estudios de esa localidad y no consideraba ese territorio como ajeno; lo mismo puede decirse de Cornelio Saavedra que, de hecho, había nacido en el Alto Perú.
A ninguno de los criollos que estaban impulsando este proceso revolucionario les resultó extraño que la primera Junta de Gobierno decidiera conformar un ejército y que su primera misión fuera la de dirigirse al territorio de la Bolivia actual para extender la lucha emancipatoria.
Juan José Castelli tradujo el Acta de Mayo al quichua y al aymará y cerca de La Paz, en Tiahuanaco que tanto se entrelaza con el origen del legado incaico, realizó una emotiva ceremonia con las comunidades indígenas.
Más tarde, cuando soplaban vientos amenazantes desde el viejo continente, Manuel Belgrano y José de San Martín imaginaron una monarquía incaica para fortalecer los vínculos políticos, sociales y culturales de la región y así evitar su fragmentación.
Bolivia es la expresión más representativa de la balcanización; fue la región más rica, la que posibilitó, como lo afirmará Carlos Marx, la revolución industrial en Europa. Su expoliación dio lugar a la tan mentada acumulación originaria de capitales, estos, luego de pasar por una España que atrasaba, iban a parar a manos de Inglaterra y la banca de la época.
Como lo sostiene Eduardo Galeano en “Las venas abiertas de América Latina”, en el momento de auge del cerro de Potosí residía más gente en aquella nueva Babilonia que en Madrid y Paris.
Luego, a fines del siglo XIX y durante todo el siglo XX Bolivia fue devorada por las naciones emergentes de la región. Perdió gran parte de sus territorios a manos de Chile, Brasil, Paraguay y nuestro país.
Entre drama y drama siempre aparece algún interregno de paz y así sucedió cuando luego de volver de su exilio en la Argentina Víctor Paz Estenssoro emprendió el camino de la reparación histórica y en 1952 su gobierno nacionalista tomó una serie de medidas tendientes a distribuir la tierra y a garantizar la universalidad del voto.
El tiempo vuela y más cerca de nuestros días debemos resaltar los sucesos ocurridos en el Chaparé cuando el movimiento social organizado emprendió una lucha sin cuartel contra los gobiernos neoliberales. En Cochabamba los aymarás comienzan sus bloqueos, a la guerra del agua en el 2000 se le suma la guerra del gas (2003-2005).
En esta descomunal resistencia emerge el actual presidente de Bolivia Evo Morales. Su presencia en la escena no le debe nada al marketing propio de las nuevas campañas políticas a las que estamos acostumbrados en este continente.
Se presenta con su partido el MAS en las elecciones del 2002 y obtiene un segundo puesto con el 19% de los votos. En las elecciones presidenciales de diciembre de 2005 alcanza el 54%, por primera vez en la historia de este fragmentado país un presidente alcanza la mayoría absoluta. Pero su techo electoral todavía estaba lejos ya que hace pocos días y en el marco de un referendo revocatorio, al que él mismo se sometió, su caudal electoral trepó al 64%.
¿Qué porcentaje tiene que alcanzar un presidente para poder gobernar en paz?
La oposición desconoce el veredicto popular. Esta se concentra en la zona rica y vinculada “al mundo”, en Santa Cruz de la Sierra y sus satélites, ejerciendo un poder de veto desproporcionado que amenaza al sistema democrático en su conjunto. Sin ir muy lejos el cruceño Hugo Banzer representó los intereses de esta región y derrocó en 1971 al gobierno nacionalista de Juan José Torre. Santa Cruz de la Sierra cree que sus derechos políticos tienen un status superior al resto de la Bolivia pobre. El 47% de la inversión extranjera se concentra allí, y en un acto sumamente condenable el embajador de Estados Unidos no lo es ante Bolivia sino ante esta localidad que produce el 52% de las exportaciones y genera el 62% de las divisas.
Bolivia debe dejar de ser considerada como un botín. Es una nación que debe ser respetada y que cuenta con un gobierno democrático, con legitimidad suficiente para poder llevar adelante los cambios que crea necesarios.
La historia de Bolivia debe dejar de ser la historia de un saqueo que explica, por ejemplo, que un millón de bolivianos vivan en nuestro país lejos de la tierra que los vio nacer.
Por último debemos resaltar el papel de los presidentes de la región que han actuado rápida y enérgicamente ante este atropello de ciertos sectores, que al igual que los viejos conquistadores, entienden la secesión de Bolivia como un gran negocio.
Los partidos políticos democráticos y populares de América del Sur no debemos actuar con indiferencia ante estas situaciones desestablizadoras, condenando a los sectores que no aceptan el mandato conferido por la voluntad popular.
Nuestro partido la Unión Cívica Radical es un partido que ha luchado siempre por la unidad latinoamericana y por la autodeterminación de los pueblos. El pueblo de Bolivia ha emprendido un camino de liberación justo y necesario que debe ser respetado.

Leandro Querido.
Vicepresidente de la Convención de la
Unión Cívica Radical de la Ciudad de Buenos Aires.

jueves, 11 de septiembre de 2008

La Chusma Radical el blog de Leandro Querido.


Este blog es un homenaje a todas y todos los que han entendido, y entienden, al radicalismo como un movimiento nacional, federal y popular.

La mayoría de los artículos tienen que ver con esta temática aunque también, como verás, se tocan otros temas.





Leandro Querido

martes, 3 de junio de 2008

La Reforma Política en el genoma K


La Reforma Política en el genoma K
Leandro QueridoPolitólogo UBA.
Vicepresidente de la Convención de la UCR Capital.
leaquerido@yahoo.com.ar
Artículo publicado en AGENCIA COMUNAS, El Parlametario y en el periódico La Palabra de Río Negro.




Dime que proyecto de reforma política promueves y te diré quien eres; esta particular versión de la célebre frase popular es muy pertinente para los tiempos que corren. En el Congreso los bloques opositores han conformado el Foro por la Reforma Política con la intención de tomar posición en torno a este tema que afecta quizá más que ningún otro a los ciudadanos, pues una reforma en el sistema electoral puede potenciar la condición de ciudadano o sepultarla y convertir a los habitantes de una nación en súbditos indefensos ante un Estado que los controla. En definitiva una reforma política delimita las fronteras de la relación entre gobernantes y gobernados, si ese límite se corre a favor de los que gobiernan los derechos políticos de los ciudadanos se diluyen. Si por el contrario esa frontera se mueve a favor de los gobernados las distancias entre ambos se reducen y los sistemas apuntan más que a controlar a desplegar el potencial de los individuos a partir del ejercicio ciudadano. En este sentido son elocuentes las observaciones que en su época hizo Jean Jaques Rousseau: “el pueblo inglés piensa que es libre y mucho se engaña, pues sólo lo es durante la elección (…) una vez electos (los representantes), él vuelve a ser esclavo, no es nada”. Para el ginebrino la ciudadanía se ejercía solo al momento de sufragar, de allí la existencia de una corriente política que promueve acciones tendientes a recrear más instancias electorales y participativas. Sin embargo, ahora vemos que no basta con la realización de elecciones, estas pueden ser solemnes simulacros al solo efecto de seleccionar a los que están “destinados” a representar; aquí no hay electores eligiendo representantes sino representantes haciéndose elegir por electores, que no es lo mismo.
Bien, si nos trasladamos a la experiencia reciente de nuestro país encontramos elementos que no pueden ser soslayados a la hora de abordar la reforma política. En esta materia, los antecedentes del gobierno provincial de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández de Kirchner son negativos de modo categórico.
En el año 1998 Néstor Kirchner transitaba por su segundo mandato como gobernador y con la intención de alcanzar un tercero llevó adelante dos acciones concretas: forzó una reforma constitucional que tensó el orden político y legal que le permita su reelección y por intermedio de una ingeniería política sumamente enrevesada implantó un nuevo sistema electoral basado en un sistema mixto con lemas (un sistema proporcional pero mayoritario en la práctica) cuyo propósito era eliminar a la oposición.
Así de claro: todo modelo hegemónico que se precie de tal debe acabar con la idea de alternancia en el poder; va de suyo entonces el cumplimiento de este necesario doble objetivo: reelección indefinida y destrucción de la oposición.
La pregunta de ¿cómo destruir a la oposición y no morir en el intento? tiene su respuesta en el “éxito” del proyecto consagrado: diluir el caudal de votos en el distrito Río Gallegos, el más poblado y el menos susceptible al clientelismo, y la prebenda oficial. Allí se encuentra el 37% del padrón provincial y la fortaleza de la oposición representada por la UCR; en efecto, se impuso la elección de un diputado por cada uno de los 14 distritos electorales de la provincia y con 10 elegidos por distrito único.
Para demostrar las enormes distorsiones de este sistema no hay que hurgar demasiado:

• Si tomamos los datos de las últimas elecciones de 2007 notamos que para consagrar al legislador provincial por el distrito de Hipólito Yrigoyen le bastaron al oficialismo (Frente para la Victoria) 727 votos; en cambio, para consagrar al de Río Gallegos se necesitaron 18.240 votos. La UCR en ese distrito (por intermedio del Frente Cambiemos para Crecer) obtuvo 11.487 votos (31%) y ningún legislador.
• Con la sobre-representación de los distritos pequeños el oficialismo obtiene 13 legisladores de 14 (es decir el 93%) excluyendo del juego político a la oposición en dos sentidos: por un lado, no hay representación de las minorías en los distritos, por ejemplo en el distrito Puerto San Julián la oposición obtiene un 32% y ninguna representación en la legislatura provincial. Por el otro, se consagra una amplia mayoría oficial en la legislatura provincial para atenuar el impacto del electorado históricamente adverso como es el de Río Gallegos.
• En este sentido, si analizamos la composición total de esta Cámara de Diputados provincial unicameral (es decir, sumando los 10 por distrito único) los datos no son más alentadores: de 24 solo 4 son de la oposición.
• Desde el punto de vista del comportamiento electoral, estos sistemas condicionan al elector dado que al votar muchos optan por el lema oficial “menos malo” ya que en esas condiciones votar a la oposición es un voto inservible debido a la no representación de las minorías (otro recurso condicionante fue la unificación de las elecciones provinciales con las nacionales, en el 2007 se votaron cargos provinciales en simultáneo con las elecciones presidenciales que llevaban a Cristina Fernández de Kirchner de candidata a la presidencia de la Nación, lo que provocó un efecto de tracción importante).
• El sistema electoral de Santa Cruz está en la antípodas de lo que se entiende por “representación espejo”, es decir si una lista obtiene el 30% corresponde que se haga del 30% de los cargos en juego. Un sistema desproporcional es el que presenta un nivel elevado de distorsión entre el porcentaje obtenido y las bancas obtenidas. Los resultados de la aplicación de este sistema muestra cifras, en este sentido, inapelables: mientras en 1997, las últimas elecciones antes de la reforma electoral la oposición obtuvo un 32% de los votos llevándose el 33% de las bancas en 1999; ya comenzaba a marcarse un cambio de tendencia: el oficialismo con el 51% de los votos obtuvo el 66,6% de las bancas y la oposición con el 46% obtuvo el 33% de las bancas.
• Por último, vemos que se insiste con el polémico recurso de los lemas; mediante su aplicación este sistema le absorbe al ciudadano su soberanía y termina votando por él debido a que se desglosa el proceso electoral al sumarse en una segunda instancia los votos de los diferentes sublemas, inclusive puede terminar votando a un candidato en contra de su propia voluntad.

Se asoman los tiempos del debate acerca de la reforma política, todas las partes elevarán sus propuestas, a algunas de ellas tendremos que sacarle el perfume y ver realmente de donde vienen. En definitiva, queda claro que la vocación hegemónica está en el genoma K y como vemos en la moraleja que deja la fábula del escorpión y la rana es muy difícil modificar la naturaleza de los caracteres, aunque sepan que se hundirán con ellos.

domingo, 17 de febrero de 2008

Los lugares comunes en la historia del radicalismo

Apropósito del último libro de Ezequiel Gallo

Los “lugares comunes” de la historia del radicalismo


Por
Leandro Querido


Recientemente se ha publicado, por Siglo XXI Editores, un trabajo de Ezequiel Gallo bajo el título “Colonos en Armas, las revoluciones radicales en la provincia de Santa Fe (1893)”. Este libro nos es muy útil a los radicales que en la actualidad nos hemos propuesto la recuperación partidaria, ya que nos ofrece dos consideraciones centrales para comprender el papel histórico que desempeñó el radicalismo en sus orígenes y a la vez la tarea que aún se encuentra pendiente para su futuro fortalecimiento. Se puede concluir que un partido político se fortalece cuando alberga en su seno las demandas, las necesidades históricas de una sociedad. A esto se debió la fortaleza de la UCR en sus orígenes puesto que supo interpretar los anhelos, las necesidades tanto de los sectores sociales excluidos de nuestro país como así también los reclamos de los inmigrantes que ya aparecían en un número muy significativo a partir de la década del 70 del siglo XIX.

Muchas investigaciones que han abordado la cuestión de la UCR han recaído en una conclusión: el radicalismo no tenía nítidos ejes programáticos, era un efímero “sentimiento” como dijo Carlos Pellegrini, un sentimiento casi nostálgico de los que resistieron la consolidación de un Estado central. Los diarios del Orden Conservador intentaron sin suerte provocar una definición identitaria de parte de un partido que nació de una revolución y que insistía, cuando no por la abstención, en ese camino. Más tarde, Hipólito Yrigoyen afirmará que el programa de la UCR era forzar el cumplimiento de la Constitución Nacional, en definitiva, hacer cumplir el efectivo ejercicio de los derechos políticos por parte de una ciudadanía que necesitaba desplegarse.

Muchos estudios históricos han reproducido este conflicto y la mayoría de ellos tomaron partido por las posiciones conservadoras; la frase “la UCR no tenía programa” se leyó en las conclusiones de no pocos libros.

El libro de Ezequiel Gallo rompe con este “lugar común” al dejar en claro cómo el radicalismo allá por 1893, a menos de dos años de su surgimiento, ya convergía en una serie de acciones políticas con importantes sectores sociales de nuestro país, en este caso con los colonos santafecinos que reclamaban tanto derechos políticos como así también mejoras laborales.

Entre 1856 y 1895 se formaron en Santa Fe trescientos cincuenta colonias, que incorporaron a la economía provincial tres millones y medio de hectáreas, lo que hizo de Santa Fe la segunda provincia más rica. Sin embargo la distribución de esa riqueza era muy desigual. El censo de este último año reflejó que el 42% de la población de esa provincia había nacido en el extranjero. De este porcentaje el 65% era italiano y el 12% español. El Estado central y el provincial (a cargo de conservadores como Simón de Iriondo, uno de los más entusiastas impulsores de la Liga de los Gobernadores que tanto provecho le trajo a Julio A. Roca) limitaron el potencial de este proceso al reducir a los colonos al simple papel de braceros. Los conflictos no tardaron en aparecer y el radicalismo mostró rápidos reflejos al incorporar las demandas de los inmigrantes.

Es muy interesante corroborar cómo los líderes del radicalismo (Leandro Alem viaja a Santa Fe para realizar los preparativos revolucionarios y así tomar contactos con los colonos) estaban perfectamente al tanto del impacto de la colonización agrícola en el proceso sociopolítico de Santa Fe y de la Argentina, impacto relacionado con la implementación de un modelo que era en la práctica una fábrica de arrendatarios debido a que un empresario privado compraba una extensión de tierra (entre 5mil y 10 mil hectáreas) y la arrendaba en unidades entre 80 y 150 hectáreas. En 1895 más del 52% de los que trabajaban la tierra no eran propietarios lo que motivó inclusive la crítica de uno de los sus propulsores mas obsesivos, Domingo F. Sarmiento, quien en los últimos años de su vida, allí por 1888, hizo un balance muy negativo acerca de la concentración de la tierra en pocas manos: “Con este modelo, la población de estos países se reduce a los peones para arriar el ganado, a los dueños de estancia de tres leguas cada una, y a dos diplomáticos en Europa para recibir los millones de libras de carne al año. Con esto no necesitamos gobiernos, partidos, generales ni pueblos”.

Los hechos ocurridos en Santa Fe son muy significativos dado que se inscriben en la lucha por la democratización política y porque no pasaron muchos años para que se realizase justamente en esa provincia la primera elección con voto secreto y obligatorio como lo estipulara la reforma electoral denominada Ley Sáenz Peña.

En febrero de 1893 estalló una rebelión de colonos en la localidad de Humbolt que rápidamente se expande a otras localidades. Los colonos toman las armas; Leandro N. Alem siguió los acontecimientos con mucha atención desde Buenos Aires. Con la presencia de muchos dirigentes radicales se conformó la Unión Agraria con la intención de organizar la lucha y la articulación entre las distintas colonias; los diarios hablaron de una conspiración “suizo-radical” y el gobierno provincial cederá a algunas demandas a los fines de apaciguar este movimiento, este se sofoca solo por unos meses.

A fines de julio nuevamente se produce una insurrección popular, cae Rosario a manos de los radicales. El 3 de agosto los revolucionarios cercaron Santa Fe, no menos de 2 mil personas armadas participaron de los hechos, son quinientos los que toman esta capital, la Unión Agraria se consolida y al frente de ella se encuentra un dirigente radical Atanasio Paéz. Renunció el gobernador Caferatta y la Junta Revolucionaria encabezada por el radical Mariano Candiotti asumió el control del gobierno provincial. La estela del movimiento llega a inclusive a otras provincias como San Luis. En definitiva, la convergencia entre las demandas de los colonos y el partido radical le otorgó a este movimiento social una potencia preocupante para el Orden Conservador. Por otro lado a nivel nacional las noticias para el gobierno no son las mejores, al Ministro del Interior de la nación Aristóbulo del Valle se le exigió la renuncia. Luego el gobierno nacional intervino la provincia y por intermedio de la fuerza logra restituir el orden. No obstante nada volverá a ser igual.

Las consecuencias no tardarían en llegar; la provincia elaboró una reforma política con la intención de ampliar considerablemente la participación de los colonos en los asuntos públicos a nivel municipal, muchas de las demandas vinculadas a lo laboral son también cumplidas, el radicalismo logró su objetivo de consolidarse como una fuerza joven de alcance nacional capaz de receptar las necesidades históricas de la sociedad de la que era parte. El vínculo entre el inmigrante y el nativo quedará sellado a fuego y se expresará desde ese momento en la Unión Cívica Radical garantizándole a esta flamante organización el éxito electoral en la elección para gobernador de 1912 como así también en la presidencial de 1916.

En definitiva, el libro de Ezequiel Gallo al poner la atención en la situación de los colonos de Santa Fe, comprueba que no eran tan sólidas las conclusiones de algunos trabajos sobre el radicalismo que sostenían que la UCR no tenía formulaciones programáticas que tomaran en cuenta reivindicaciones específicas de determinados sectores sociales ni que tampoco el partido radical no hubiera realizado esfuerzos para la incorporación de extranjeros al proceso institucional argentino.

Los “lugares comunes” se conforman de un cúmulo de conclusiones comunes, muchas de ellas alcanzadas a través de formas muy rudimentarias y controvertibles. La nueva historia del radicalismo debe volver a escribirse para no dejar pasar por alto el papel histórico que desempeñó dicho partido involucrando sectores sociales excluidos, proponiéndole a la sociedad en su conjunto un proyecto sustancialmente democrático. Resta preguntarse, de cara al necesario fortalecimiento partidario, por quiénes son los colonos del siglo XXI.