sábado, 24 de julio de 2010

La Juventud, Alem y la revolución del Parque.



26 de julio de 2010. 120 aniversario de la revolución del Parque.
Alem, la juventud y la Revolución del Parque.
Por Leandro Querido.
Corría el año 1889 y mientras en Francia se conmemoraba el centenario de la Revolución Francesa, en el centro porteño una juventud disciplinada, bien peinada y vestida, decidió organizar un acto para vitorear al titular del unicato, el presidente Miguel Juarez Cellman, también presidente del llamado Partido Nacional. La juventud oficialista hacía gala de su defección; su postura complaciente con el poder despertó un profundo malestar en el grueso de una juventud de Buenos Aires hastiada del clima de corrupción y de mentira que imperaba por aquellos tiempos y de la inflación que destruía los sueldos miserables de los trabajadores.
Juan Balestra fue un hombre del régimen y no por ello dejó de observar las miserias de su tiempo; agudo analista dijo: “la política se hizo empresa, el presidente patrón y sus secuaces accionistas”.
La juventud irrumpió en la escena, dijo “¡basta!” y no se demoró en llegar a la figura de un avezado Leandro Alem. Como lo aseguran muchos historiadores fue el fundador del radicalismo el que le impregnó a este movimiento una proyección imponente.
Ahora bien, ¿por qué los jóvenes recurren a él? Francisco Barroataveña, como muchos de esos jóvenes, presenció en los 80, con veintitantos años, uno de los debates públicos más importantes que ha arrojado la vida política de nuestro país: el de la Federalización de la Ciudad de Buenos Aires. El impacto en la opinión pública fue contundente y dejó huellas indelebles en la sociedad. Alem, en la soledad más absoluta, impugnó el proyecto oficial desde su banca, tuvo a todos los legisladores en contra y su adversario no era ni más ni menos que José Hernández, el autor del Martín Fierro (quien ya había escrito la complaciente segunda parte).
En 1890 la mayoría de las críticas que Alem había vaticinado una década atrás se comprobaba ahora en los hechos; no por casualidad por esos días revolucionarios se lo empezó a llamar “el profeta”. En su discurso en El Frontón y ante una multitud desbordante sostuvo con simples palabras un maduro Leandro Alem: “¡esto no tiene vueltas!” y esa revolución que andaba buscando alguien que la dirigiera supo que él era el indicado.
Con el unicato se impuso un modelo de concentración de la riqueza y del poder. El Estado se conformó como una unidad separada de sus fundamentos, las provincias. Es decir, no era un “resultado”, como Alem quería, sino una entidad con “derechos absolutos” que “asfixiaba” a las provincias. La crisis del federalismo actual fue, como vemos, oportunamente anticipada por el fundador del radicalismo y contra esa “tendencia centralista” dirigió todos sus esfuerzos.
Por otro lado, también entendió que la salida debía ser democrática y popular, que se debía incluir a los habitantes de ese estado para que se volvieran ciudadanos de una nación y para ello se tornaba imprescindible la conformación de un partido político moderno. En este sentido dijo en su discurso que “son los partidos políticos los que desenvuelven la personalidad del ciudadano, le dan conciencia de su derecho y el sentimiento de solidaridad en los destinos comunes”, toda una definición moderna que inclusive desafía a las actuales. Por último, quiso poner las cosas en su lugar: primero la política, luego la economía, de lo contrario tendremos una sociedad egoísta y fragmentada agobiada por la especulación y el afán de lucro desmesurado, en sus palabras tendremos una pobre “sociedad de mercaderes”.
La Revolución del Parque representó, entonces, un hecho emblemático en la historia de nuestro país. No hay casualidades y si en la actualidad aún se la conmemora se debe a que estamos ante un problema todavía no resuelto. Solo resta saber qué papel tendrá la juventud por estos tiempos.