Por Leandro Querido.
Politólogo UBA.
Mucho se dijo
y mucho se dice con relación a lo sucedido en el Paraguay.
El debate constitucional,
procedimental, de a poco le cede lugar a otro tipo de cuestiones; por ejemplo,
las concernientes a la necesidad de construir poder político propio.
Fernando Lugo
ganó las elecciones presidenciales del 2008 siendo un outsider de la política, un hombre sin partido político, prácticamente
sin antecedentes políticos.
Alrededor de
su figura se conformaron una serie de partidos menores que, si bien terminaron
con la hegemonía de más de 60 años de la Asociación Nacional Republicana-Partido Colorado (ANR-PC), no lograron hacer pie
en el “territorio”.
Una figura no alcanzó para darle
gobernabilidad a un gobierno que como hemos visto parece tener más respaldo
regional que local.
Néstor
Kirchner, uno de sus sostenedores de origen, cuando salió segundo con un magro
22%, en las elecciones presidenciales del 2003, supo que tenía que controlar el
“territorio”, es por ello que aparte de tomar medidas populares tendientes a darle
legitimidad a su nuevo gobierno también se dedicó de manera obsesiva a
disputarle el poder a su mentor, Eduardo Duhalde.
Lugo
quedó rehén de una situación que no supo resolver. Si bien la mayoría de los
partidos que conformaron el frente Alianza Patriótica para el Cambio eran
partidos nuevos y diminutos sobresalía el experimentado Partido Liberal Radical
Auténtico. Sin pausa, este partido aprovechó la debilidad de Lugo y al conformarse
las listas de diputados y senadores para la elección del 2008 se llevó la parte
del león. Esta situación se trasladaría sin demoras a la vida institucional.
Federico Franco, vicepresidente electo, utilizará este poder para condicionar a
un presidente débil. Si bien la fórmula de la APC alcanzó un 40%, casi 800 mil votos, el Partido
Colorado y Lino Oviedo retuvieron una importante cuota de poder, el 55% de los
votos restantes.
Dada
esta situación, Fernando Lugo, quedó debilitado en los dos frentes. Por un lado
el externo, con dos partidos fuertes acosándolo, por el otro el frente interno,
subsumido a un partido que desde el inicio le quiso marcar su propio derrotero.
Los
límites de concesionar la lista de legisladores no tardaron en mostrarse. Los
números son contundentes: en Diputados para habilitar el Juicio Político Lugo
perdió 76 a
1. Envalentonados los Senadores hicieron lo suyo rápidamente.
Lugo
fracasó en construir poder político, propio o producto de acuerdos perdurables.
La política tiene un costado menos visible pero sumamente importante que este
soslayó.
En
nuestro país el Frepaso, allá por los ‘90, llevó adelante esta concepción
política que hoy reúne tantos adeptos en nuestro país. Paradójicamente Fernando
Lugo, luego de distanciarse de varios partidos que fundaron la APC se presenta con un nuevo
sello en las elecciones para intendentes
del 2010, el Frente Guasú en guaraní, o Frente Grande.
Los resultados de estas elecciones
confirmaron el fracaso de su política, lo dejaron al desnudo y en política
estas situaciones no se perdonan: de 237 intendencias en juego el Frente Grande
obtuvo 2, el 0,84%. Por su parte el ex aliado Partido Liberal Radical Auténtico
obtuvo 86, siendo el gran ganador el Partido Colorado con 135. Es decir, que
entre el PC y el PLRA se llevaron más del 93% de las intendencias en disputa.
Lula es un
hombre de partido, de hecho el Partido de los Trabajadores se impone en un país
continente, a pesar del sistema electoral vigente que favorece la
personalización de la política. Chávez no perdió un minuto en conformar el suyo
y así consolidar sus triunfos electorales, Correa, Morales han hecho lo suyo en
este sentido; pero como dice el dicho “el hilo se corta por lo más delgado” y
este se encontraba en el Paraguay.
Es de esperar que
siga el debate en torno a las formas legales en las que se resolvió esta
delicada situación pero en cuanto al aspecto electoral el veredicto es
terminante: un partido político estructurado a nivel nacional, desplegado en
todo el territorio es condición necesaria para poder llevar adelante un
gobierno.
Paul
Virilio en su libro Velocidad y política,
se pregunta si es el asfalto el territorio político; podemos afirmar que en el
caso paraguayo el territorio es lo que queda de los quebrachales, el monte, su
Chaco oriental, sus pueblos y sus ciudades de oriente, en donde el ritmo de la
política parece imponerse no sin contradicciones.