Con la semana que viene llegará el 22 de marzo y la denominada tragedia de Once cumplirá, entonces, su primer mes.
Hoy se cumplen 22 días desde que sucedió este hecho tan evitable como previsible. Hasta ahora la Presidente de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, no ha recibido a los familiares de los muertos.
El 28 de febrero, un nutrido grupo de ellos se autoconvocó en el Obelisco para exigir justicia y ante los pocos medios de comunicación presentes en vano solicitaron una reunión con la Presidente.
El silencio del Estado se rompería recién el día en que la Presidente inauguró las sesiones ordinarias en el Congreso de la Nación. Fue un silencio ensordecedor el que transcurrió entre la mañana del 22 de febrero y el 1 de marzo. Un silencio incomprensible, un silencio culposo. Los desolados familiares solo recibieron por parte del Estado un duelo de dos días con sabor a poco.
En el medio de todo esto la agenda presidencial incluyó reuniones con los hermanos Patronelli, con el músico Roger Waters y con los representantes de la Fórmula 1 entre otros.
En el medio de todo esto un Secretario de Transporte deja su cargo; pero a no confundirse, no lo echan, renuncia por problemas de salud y luego su jefe, el Ministro de Planificación Julio de Vido, lo despide como a un héroe, como a un incomprendido en su tiempo.
En el medio de todo, este mismo Ministro no acude al Congreso para explicar lo sucedido en Once pero sí se apersona allí para defender el traspaso a la Ciudad de Buenos Aires del Subte, del Premetro y de 33 líneas de colectivos.
En el medio de todo, este Ministro se ofusca cuando un legislador de la oposición le pregunta por las omisiones y la falta de control por parte de su área al Concesionario TBA. Aduce que todo esto está fuera de temario.
“Tarde” es lo que parece decirle un grupo de familiares a la primera mandataria; es que recién por estas horas el Secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli, ha tomado contacto con algunos de ellos para gestionar una reunión y así impedir que el próximo 22 de marzo, cuando se cumpla un mes de la tragedia, también se cumpla un mes de no ser recibidos por las autoridades.
La respuesta a estas idas y venidas tienen su explicación. La Presidente, que vive en un clima de beligerancia permanente, ha tratado a los familiares como si fueran integrantes de un partido político de la oposición, como si fueran de un grupo político destituyente. La lógica schmittiana del amigo/enemigo parece trascender las fronteras de lo político partidario para apoderarse también del campo comunitario.
El filósofo polaco Zygmunt Bauman comienza su libro “En busca de la política” de este modo: “las creencias no necesitan ser coherentes para ser creíbles”.
Responsabilizar a Menen y a De la Rua por la tragedia de Once obviando que se va a cumplir una década desde que están al frente de gobierno puede ser creíble, pero no es coherente.
Cuando se cuentan con los medios cualquier creencia puede ser instalada; puede aparecer como verdad el soterramiento del Sarmiento o el tren Bala, o la gestión eficiente de un Ricardo Jaime al frente de la Secretaria de Transporte durante 6 largos años.
El orweliano Ministerio de la Verdad es una de las pocos instituciones que funciona muy bien en nuestro país. A través de este todo puede ser creíble o más bien increíble. Mientras una sociedad no se interrogue acerca de lo que es coherente y de lo que no lo es su éxito está asegurado.
* Este artículo fue publicado la semana pasada en mi blog, www.estatodoescribido.blogspot.com
*las fotos las saque el día de la marcha convocada por los familiares de las víctimas de la tragedia de Once.
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