domingo, 15 de agosto de 2010

Luz en las zonas ciegas del Yrigoyenismo.



Zonas ciegas, populismos y experimentos culturales en Argentina, es el título del último trabajo de la reconocida licenciada en letras, Graciela Montaldo.

El trabajo se centra sobre todo en observar finamente lo que la autora denomina la “escena populista”, momento en que lo cultural y lo político se entrelazan hasta mimetizarse y ponen así de manifiesto lo radical de un proceso político. En estas secuencias de instantáneas las luchas, los “desacuerdos” se estructuran en la definición de identidades en donde la categoría “pueblo” asume toda su potencialidad.

Montaldo analiza un hecho cultural poco explorado ocurrido en 1917, en pleno esplendor del Yrigoyenismo. Se trata del primer largometraje animado del mundo; si del mundo y hacía referencia a Hipólito Yrigoyen. Se trata de la película El Apóstol realizada por Quirino Cristiani. La sátira fue un éxito y se proyectó por primera vez en el cine Select-Suipacha el 9 de noviembre. La sinopsis de la película es la siguiente: el recientemente presidente electo se queda dormido en un catre mientras piensa irritado en la decadencia moral de la Argentina. En el sueño se desdobla y sube al Olimpo a pedir consejos. Luego de los debates del caso en los que se describe la situación del país, baja a la ciudad vestido de apóstol y con el rayo entregado por Júpiter incendia Buenos Aires con un fuego purificador. Después reconstruye la ciudad perfecta sobre las cenizas de la corrupta. Al final el sueño concluye y debe retomar el tratamiento de los problemas de ese momento que son más graves que los soñados.

En el país, la emergencia de lo popular hizo que los sectores tradicionales reaccionaran con virulencia ante el profundo vínculo que tenía el líder radical con el pueblo, de la forma en que este sin mediaciones formales e institucionales “conversaba” con los sectores populares. Para los conservadores todo intento de estrechar la relación entre representantes y representados era signo de un golpe atroz a la tradición política argentina.

En definitiva y como deja en claro el libro, el populismo yrigoyenista significó un esfuerzo por hacer coincidir las palabras con las cosas y estos acercamientos dieron cuenta de las expresiones creativas en el plano cultural y político. En este sentido la Reforma Universitaria o la conformación de sociedades estatales como YPF fueron los productos de esas exploraciones colectivas, de la visibilidad de las masas en la escena política y de su fuerza legitimadora de la acción política. En las zonas ciegas las formas que asume la política se diluyen, se interpelan, se derriban y se sustituyen unas por otras.

El libro nos invita a los radicales de hoy a dejar a un lado los discursos monocordes de la calidad institucional y los excesivos formalismos. La experiencia demuestra que el vértigo de lo inexplorado cuando está vinculado a lo popular contribuye a la creatividad, a la posibilidad de lograr que la acción política sirva para que las palabras se acerquen a las cosas. Cuando esto vuelva a ocurrir Democracia, Igualdad y Justicia dejaran de ser conceptos para ser formas de vida concretas.

Por Leandro Querido.

Politólogo, UBA.

sábado, 24 de julio de 2010

La Juventud, Alem y la revolución del Parque.



26 de julio de 2010. 120 aniversario de la revolución del Parque.
Alem, la juventud y la Revolución del Parque.
Por Leandro Querido.
Corría el año 1889 y mientras en Francia se conmemoraba el centenario de la Revolución Francesa, en el centro porteño una juventud disciplinada, bien peinada y vestida, decidió organizar un acto para vitorear al titular del unicato, el presidente Miguel Juarez Cellman, también presidente del llamado Partido Nacional. La juventud oficialista hacía gala de su defección; su postura complaciente con el poder despertó un profundo malestar en el grueso de una juventud de Buenos Aires hastiada del clima de corrupción y de mentira que imperaba por aquellos tiempos y de la inflación que destruía los sueldos miserables de los trabajadores.
Juan Balestra fue un hombre del régimen y no por ello dejó de observar las miserias de su tiempo; agudo analista dijo: “la política se hizo empresa, el presidente patrón y sus secuaces accionistas”.
La juventud irrumpió en la escena, dijo “¡basta!” y no se demoró en llegar a la figura de un avezado Leandro Alem. Como lo aseguran muchos historiadores fue el fundador del radicalismo el que le impregnó a este movimiento una proyección imponente.
Ahora bien, ¿por qué los jóvenes recurren a él? Francisco Barroataveña, como muchos de esos jóvenes, presenció en los 80, con veintitantos años, uno de los debates públicos más importantes que ha arrojado la vida política de nuestro país: el de la Federalización de la Ciudad de Buenos Aires. El impacto en la opinión pública fue contundente y dejó huellas indelebles en la sociedad. Alem, en la soledad más absoluta, impugnó el proyecto oficial desde su banca, tuvo a todos los legisladores en contra y su adversario no era ni más ni menos que José Hernández, el autor del Martín Fierro (quien ya había escrito la complaciente segunda parte).
En 1890 la mayoría de las críticas que Alem había vaticinado una década atrás se comprobaba ahora en los hechos; no por casualidad por esos días revolucionarios se lo empezó a llamar “el profeta”. En su discurso en El Frontón y ante una multitud desbordante sostuvo con simples palabras un maduro Leandro Alem: “¡esto no tiene vueltas!” y esa revolución que andaba buscando alguien que la dirigiera supo que él era el indicado.
Con el unicato se impuso un modelo de concentración de la riqueza y del poder. El Estado se conformó como una unidad separada de sus fundamentos, las provincias. Es decir, no era un “resultado”, como Alem quería, sino una entidad con “derechos absolutos” que “asfixiaba” a las provincias. La crisis del federalismo actual fue, como vemos, oportunamente anticipada por el fundador del radicalismo y contra esa “tendencia centralista” dirigió todos sus esfuerzos.
Por otro lado, también entendió que la salida debía ser democrática y popular, que se debía incluir a los habitantes de ese estado para que se volvieran ciudadanos de una nación y para ello se tornaba imprescindible la conformación de un partido político moderno. En este sentido dijo en su discurso que “son los partidos políticos los que desenvuelven la personalidad del ciudadano, le dan conciencia de su derecho y el sentimiento de solidaridad en los destinos comunes”, toda una definición moderna que inclusive desafía a las actuales. Por último, quiso poner las cosas en su lugar: primero la política, luego la economía, de lo contrario tendremos una sociedad egoísta y fragmentada agobiada por la especulación y el afán de lucro desmesurado, en sus palabras tendremos una pobre “sociedad de mercaderes”.
La Revolución del Parque representó, entonces, un hecho emblemático en la historia de nuestro país. No hay casualidades y si en la actualidad aún se la conmemora se debe a que estamos ante un problema todavía no resuelto. Solo resta saber qué papel tendrá la juventud por estos tiempos.