martes, 14 de octubre de 2008

Americanismo y Democracia en Roque Sáenz Peña. Por Leandro Querido


Gerardo Oviedo, integrante de CECIES (Centro de Ciencia, Educación y Sociedad), ha comentado mi libro sobre Roque Sáenz Peña publicado por Ediciones Universitarias en el marco de la Colección Pensamiento Nacional e Integración Latinoamericana.

A continuación reproduzco su crítica.

(más información: http://www.cecies.org/)Añadir imagen


En uno de sus rescates más originales, el tercer volumen de la colección reúne una serie de escritos de Roque Sáenz Peña. Como es sabido, Roque Luis Sáenz Peña, que llegara a la presidencia argentina para cumplir el lapso de 1910-1916 y falleciera por enfermedad durante el cuarto año de su mandato, el 9 de agosto de 1914, fue el redactor de la célebre ley electoral que lleva su nombre, promulgada en febrero de 1912. Menos conocida es su militancia doctrinal por la integración de América, tributaria del legado bolivariano. Según el prologuista Leandro Querido, el ideario de Roque Sáenz Peña se contraía al desarrollo de una política interior democrática junto a una política exterior americanista. Su diagnóstico de la realidad continental, semejante al de intelectuales de la élite liberal como Ernesto Quesada, por ejemplo, nos prevenía ante el creciente avance imperialista de los Estados Unidos encubierto bajo el modelo del panamericanismo de la Doctrina Monroe y del viejo lema del “Destino manifiesto”, hecho ante el cual creía menester reivindicar la latinidad del sur y contener el expansivo materialismo anglosajón. Así opuso, en su accionar diplomático, una perspectiva integracionista y antiimperialista apta para enfrentar el expansionismo norteamericano, que era también de índole cultural. Roque Sáenz Peña comenzó a sustentar estas posturas integracionistas desde 1888, en alianza con Uruguay, en oportunidad del Congreso Sudamericano de Derecho Internacional Privado. Las mismas posiciones se hicieron valer en 1889, en ocasión de la convocatoria a la Primera Conferencia Panamericana en Washington D.C. En el orden interno y al cabo de su vida de reformista liberal, nos dice Leandro Querido que “Roque Sáenz Peña tomó distancia con respecto a su entorno oligárquico cuando decidió romper con la fórmula de la ‘república restrictiva’ del orden conservador (libertad civil para todos, libertad política para pocos) asumiendo el ‘riesgo de la igualdad’.”


Gerardo Oviedo.

miércoles, 1 de octubre de 2008

Edgard Allan Poe en clave política local.


Edgard Allan Poe en clave política local.


Por Leandro Querido.

Los textos permanecen inmutables con el paso del tiempo; pueden pasar siglos pero ese párrafo que tanto nos impactó seguirá siendo el mismo. En tal caso el que los reformula, le saca nuevas conclusiones o interpretaciones es el lector que a su vez queda siempre a merced de la influencia de su contexto que hace que un mismo libro sea, en realidad, muchos. Por lo tanto, releer ciertos textos es siempre un ejercicio recomendable y además un buen pretexto para reencontrarse con algo que en su momento nos conmovió.
Hace unas noches atrás, por ejemplo, me dieron ganas de Poe. Era una noche perfecta y quería distenderme leyendo al precursor de la literatura norteamericana y así lo hice. Disfruté mucho de “El gato negro”, sobre todo cuando el autor se sumerge en la natural injustificación de la perversidad. El personaje de esta short story se encontraba perplejo ante una necesidad, tan interna como baja, de actuar mal por el solo deseo de ejercer el mal. Así, se la agarraba con un pobre gato de nombre Plutón que nada le había hecho más que darle cariño y compañía; allí el acto perverso, cuanta más fidelidad ofrecía el felino más violencia recibía por parte de su dueño. El pasivo y sufrido animal, al cierre de este episodio, se las ingeniará para darle el golpe de gracia a este enrevesado hombre que disfrutaba con su martirio y sojuzgamiento.
Me imaginé una y otra vez la situación, me quedé en ella y luego me puse a navegar por ella ¿Cómo no asociarla con la peculiar relación que se da en muchas ocasiones entre la multitud y el líder o la líder?
Pero fue cuando abordé el segundo cuento que asocié el tema anterior de la perversidad con la política o con las formas que ha asumido lo político en la actualidad. En el clásico y magnífico cuento “La Carta Robada”, Edgar Allan Poe deja al desnudo la personalidad del político moderno, desnuda las miserias de este singular espécimen obsesionado por la conservación del poder por cualquier medio; en este caso a través de la extorsión.
Noche, Edgar Allan Poe, tópicos interesantes como perversión y conservación del poder por cualquier medio. Aquí empiezo a introducir la influencia que ejerce el contexto al momento de leer. Evidentemente, me encontraba leyendo sus cuentos con una clave política, acosado por la actualidad que nos abruma. Dudé un instante acerca de la pertinencia de realizar un abordaje de este tipo; pensé que podía ser muy forzado pero de pronto recordé que este poeta y literato había tenido un paso por la política, que había sido parte (y carne) de los incipientes partidos políticos “americanos”, paridos desde el vamos como máquinas electorales. Al leer este cuento percibí un dejo aromático; efectivamente había un aroma a política que me dio cierta seguridad para avanzar en esta interpretación.

El tercer cuento fue el que me hizo atar cabos. En realidad, se trata de una pequeña historia que, sin lugar a dudas, aborda elípticamente a la política y a la incomprensión total de sus reglas por parte de sus contemporáneos, al fin y al cabo sus remitentes.
Se trata de “Manuscrito hallado en una botella”, un desarrollo magistral acerca de lo que debería ser un derrotero por el sendero del final ¿cuáles serían las vicisitudes de un pesimista protagonista atravesando por este camino sin retorno? ¿Cómo sería ese último trayecto?, ese que uno atraviesa como ahogado por una gélida angustia capaz de provocar derroches de resignación. Si bien estoy muy lejos de reverenciar la figura de Domingo Faustino Sarmiento, debo traerlo como ejemplo cuando al final de su intervencionista vida siente que todo lo que observa es una imagen decadente de lo que alguna vez imaginó. La Argentina seguía siendo un criadero de vacas y de moscas. En la banca que ocupó en la última etapa de sus días probablemente atravesó por esas crepusculares sensaciones, estaba en la cubierta de ese mismo barco retratado por Poe cuyo destino era el final y mientras se escuchaban discursos que fondeaban en el Congreso su atención reposaba en la preparación de ese mensaje que pondría dentro de una botella ante el inminente sacudón que haría naufragar definitivamente a su país.
El protagonista del cuento de Poe se encuentra en un barco en el que no se halla, ni lo hallan. Es invisible ante el resto de los tripulantes que, según él, son hombres incomprensibles. No entiende lo que hacen, ni por qué lo hacen. Hay como un engranaje superior, que pone todo a andar, que no resiste intervención alguna y que funciona por sí. Si uno habla no lo escuchan, si uno hace no lo notan. El único acto racional permitido es la resignación, no obstante toda la ira contenida del personaje será canalizada en ese único momento, cuando escriba su mensaje final para colocar en una botella.

En el marco de cualquier comunidad la concentración del poder y el ensimismamiento de la política (y de los políticos) conducen inevitablemente a una peligrosa ruptura. La incomprensión mutua hace que los políticos tomen decisiones que hacen a toda una comunidad sin reparar en ella, ni en sus reclamos ni en sus intereses. Cuando estas decisiones son tomadas por la titularidad de un poder ejecutivo la situación es aún más grave debido a que esta falta de comprensión encierra de algún modo un acto perverso. La política autorreferencial hace que se privilegie siempre la lucha por el poder entre los que participan de ella sin medir las consecuencias que esto conlleva. Cuando se le niega a una provincia (a una comunidad) fondos que le pertenecen, o cuando a una ciudad no se le confiere el poder de manejar su policía hay un acto perverso, por lo menos en un sentido poeiano. Por su parte, cuando la sociedad no se halla como fundamento de la política esta ruptura hace que todo el juego político no sea más que eso, una lúdica ficción. Es en ese momento cuando las sociedades transitan invisibles por la cubierta de un barco que les resulta ajeno.
Pero la oscura nube se disipa cuando esta multitud invisible deja de serlo en ese momento final, cuando escribe un mensaje para poner dentro de una botella con la esperanza de que alguien escuche y así comience otra etapa.