domingo, 20 de noviembre de 2011

"...y al que no le gusta, se jode, se jode!

jueves, 17 de noviembre de 2011

Es la renovación, estúpido!


Es la renovación, estúpido!

Un partido político no deja de ser una organización burocrática. Los liderazgos carismáticos no abundan, sin embargo cuando aparecen son los que le imprimen al partido su dinámica renovadora.

Así ocurrió con la convergencia de Raúl Alfonsín y la juventud de la Junta Coordinadora en los 80. La impronta avasalladora del ex presidente de los argentinos trascendió las fronteras partidarias y no tardó mucho en disciplinar a la burocracia de origen balbinista y antiperonista.

Un texto clásico de la Ciencia Política como el de Angelo Panebianco da cuenta de este problema. Cuando el partido deja de ser una referencia de cambio “hacia afuera” deviene en una suerte de entelequia autorreferencial, y es en este momento en donde se desvanecen las denominadas “tendencias”, cuyo anclaje es sobre todo ideológico, para dar lugar a las “facciones”.

En los 80 y 90, la disputa entre el “alfonsinismo” y el “delarruismo” contenía a dos tendencias claramente diferenciadas y tributarias de las clásicas “yrigoyenista” y “alvearista”; en cambio en la actualidad no existe tal distinción, por el contrario, el escenario presente se caracteriza por ser un archipiélago de personalismos provinciales muy difíciles de aglutinar.

Como agravante podemos resaltar que no hay sujeto de cambio en el partido radical. Dado que el juego se dirime en los términos tradicionales (delegados elegidos en la mayoría de los casos con listas de unidad digitadas por los caciques locales) los sectores juveniles o los trabajadores, por ejemplo, tienen un peso específico insignificante.

En el marco de esta profunda crisis partidaria se renuevan autoridades; se elegirá a un nuevo presidente. Los delegados, que por cada uno de los 24 distritos tendrán la atribución de hacerlo, fueron elegidos hace tiempo y no parecen tener la legitimidad necesaria que requiere esta delicada coyuntura. El hecho de no estar a la altura de las circunstancias los habilita a lanzar nombres que nada tienen que ver con la renovación y el cambio.

En la década del 40 del siglo pasado Moisés Lebensohn insistía en darle un lugar privilegiado a los jóvenes en la conducción partidaria y para ello reclamaba la elección directa del presidente del partido. En la actualidad ni esa concesión mínima se ha otorgado.

Me gustaría exponer las características que debería tener un escenario óptimo.

CONVOCATORIA A ELECCIONES: Ubicar al partido en estado de Asamblea y llamar a elecciones internas en todos los Distritos.

MODERNIZAR EL PARTIDO: la Convención que emane de estas elecciones debería elaborar una reforma de la carta orgánica profunda que consagre la elección directa del presidente. En segundo lugar se debería poner mucha creatividad en elaborar un andamiaje electoral moderno, que sea ofrecido a la sociedad en su conjunto como una suerte de fiesta cívica. La elección del presidente de la UCR tiene que ser un acontecimiento de suma relevancia, tiene que captar la atención de toda la comunidad. Para ello los candidatos deberán tener la obligación de debatir sus propuestas en cada uno de los distritos del país, y por que no hacer una elección escalonada en donde se divida el país por zonas y así generar un efecto de involucramiento ascendente.

Por último debería ampliarse la participación y representación de los sectores de la juventud, la Franja Morada y los trabajadores a través de la OTR.

Solo por intermedio de la audacia y la innovación podremos conformar nuevas reglas de juego que en vez de producir representantes de la burocracia partidaria produzca nuevos liderazgos de carácter nacional capaces de darle al radicalismo la posibilidad de alcanzar los niveles de competitividad electoral que necesita.