domingo, 17 de febrero de 2008

Los lugares comunes en la historia del radicalismo

Apropósito del último libro de Ezequiel Gallo

Los “lugares comunes” de la historia del radicalismo


Por
Leandro Querido


Recientemente se ha publicado, por Siglo XXI Editores, un trabajo de Ezequiel Gallo bajo el título “Colonos en Armas, las revoluciones radicales en la provincia de Santa Fe (1893)”. Este libro nos es muy útil a los radicales que en la actualidad nos hemos propuesto la recuperación partidaria, ya que nos ofrece dos consideraciones centrales para comprender el papel histórico que desempeñó el radicalismo en sus orígenes y a la vez la tarea que aún se encuentra pendiente para su futuro fortalecimiento. Se puede concluir que un partido político se fortalece cuando alberga en su seno las demandas, las necesidades históricas de una sociedad. A esto se debió la fortaleza de la UCR en sus orígenes puesto que supo interpretar los anhelos, las necesidades tanto de los sectores sociales excluidos de nuestro país como así también los reclamos de los inmigrantes que ya aparecían en un número muy significativo a partir de la década del 70 del siglo XIX.

Muchas investigaciones que han abordado la cuestión de la UCR han recaído en una conclusión: el radicalismo no tenía nítidos ejes programáticos, era un efímero “sentimiento” como dijo Carlos Pellegrini, un sentimiento casi nostálgico de los que resistieron la consolidación de un Estado central. Los diarios del Orden Conservador intentaron sin suerte provocar una definición identitaria de parte de un partido que nació de una revolución y que insistía, cuando no por la abstención, en ese camino. Más tarde, Hipólito Yrigoyen afirmará que el programa de la UCR era forzar el cumplimiento de la Constitución Nacional, en definitiva, hacer cumplir el efectivo ejercicio de los derechos políticos por parte de una ciudadanía que necesitaba desplegarse.

Muchos estudios históricos han reproducido este conflicto y la mayoría de ellos tomaron partido por las posiciones conservadoras; la frase “la UCR no tenía programa” se leyó en las conclusiones de no pocos libros.

El libro de Ezequiel Gallo rompe con este “lugar común” al dejar en claro cómo el radicalismo allá por 1893, a menos de dos años de su surgimiento, ya convergía en una serie de acciones políticas con importantes sectores sociales de nuestro país, en este caso con los colonos santafecinos que reclamaban tanto derechos políticos como así también mejoras laborales.

Entre 1856 y 1895 se formaron en Santa Fe trescientos cincuenta colonias, que incorporaron a la economía provincial tres millones y medio de hectáreas, lo que hizo de Santa Fe la segunda provincia más rica. Sin embargo la distribución de esa riqueza era muy desigual. El censo de este último año reflejó que el 42% de la población de esa provincia había nacido en el extranjero. De este porcentaje el 65% era italiano y el 12% español. El Estado central y el provincial (a cargo de conservadores como Simón de Iriondo, uno de los más entusiastas impulsores de la Liga de los Gobernadores que tanto provecho le trajo a Julio A. Roca) limitaron el potencial de este proceso al reducir a los colonos al simple papel de braceros. Los conflictos no tardaron en aparecer y el radicalismo mostró rápidos reflejos al incorporar las demandas de los inmigrantes.

Es muy interesante corroborar cómo los líderes del radicalismo (Leandro Alem viaja a Santa Fe para realizar los preparativos revolucionarios y así tomar contactos con los colonos) estaban perfectamente al tanto del impacto de la colonización agrícola en el proceso sociopolítico de Santa Fe y de la Argentina, impacto relacionado con la implementación de un modelo que era en la práctica una fábrica de arrendatarios debido a que un empresario privado compraba una extensión de tierra (entre 5mil y 10 mil hectáreas) y la arrendaba en unidades entre 80 y 150 hectáreas. En 1895 más del 52% de los que trabajaban la tierra no eran propietarios lo que motivó inclusive la crítica de uno de los sus propulsores mas obsesivos, Domingo F. Sarmiento, quien en los últimos años de su vida, allí por 1888, hizo un balance muy negativo acerca de la concentración de la tierra en pocas manos: “Con este modelo, la población de estos países se reduce a los peones para arriar el ganado, a los dueños de estancia de tres leguas cada una, y a dos diplomáticos en Europa para recibir los millones de libras de carne al año. Con esto no necesitamos gobiernos, partidos, generales ni pueblos”.

Los hechos ocurridos en Santa Fe son muy significativos dado que se inscriben en la lucha por la democratización política y porque no pasaron muchos años para que se realizase justamente en esa provincia la primera elección con voto secreto y obligatorio como lo estipulara la reforma electoral denominada Ley Sáenz Peña.

En febrero de 1893 estalló una rebelión de colonos en la localidad de Humbolt que rápidamente se expande a otras localidades. Los colonos toman las armas; Leandro N. Alem siguió los acontecimientos con mucha atención desde Buenos Aires. Con la presencia de muchos dirigentes radicales se conformó la Unión Agraria con la intención de organizar la lucha y la articulación entre las distintas colonias; los diarios hablaron de una conspiración “suizo-radical” y el gobierno provincial cederá a algunas demandas a los fines de apaciguar este movimiento, este se sofoca solo por unos meses.

A fines de julio nuevamente se produce una insurrección popular, cae Rosario a manos de los radicales. El 3 de agosto los revolucionarios cercaron Santa Fe, no menos de 2 mil personas armadas participaron de los hechos, son quinientos los que toman esta capital, la Unión Agraria se consolida y al frente de ella se encuentra un dirigente radical Atanasio Paéz. Renunció el gobernador Caferatta y la Junta Revolucionaria encabezada por el radical Mariano Candiotti asumió el control del gobierno provincial. La estela del movimiento llega a inclusive a otras provincias como San Luis. En definitiva, la convergencia entre las demandas de los colonos y el partido radical le otorgó a este movimiento social una potencia preocupante para el Orden Conservador. Por otro lado a nivel nacional las noticias para el gobierno no son las mejores, al Ministro del Interior de la nación Aristóbulo del Valle se le exigió la renuncia. Luego el gobierno nacional intervino la provincia y por intermedio de la fuerza logra restituir el orden. No obstante nada volverá a ser igual.

Las consecuencias no tardarían en llegar; la provincia elaboró una reforma política con la intención de ampliar considerablemente la participación de los colonos en los asuntos públicos a nivel municipal, muchas de las demandas vinculadas a lo laboral son también cumplidas, el radicalismo logró su objetivo de consolidarse como una fuerza joven de alcance nacional capaz de receptar las necesidades históricas de la sociedad de la que era parte. El vínculo entre el inmigrante y el nativo quedará sellado a fuego y se expresará desde ese momento en la Unión Cívica Radical garantizándole a esta flamante organización el éxito electoral en la elección para gobernador de 1912 como así también en la presidencial de 1916.

En definitiva, el libro de Ezequiel Gallo al poner la atención en la situación de los colonos de Santa Fe, comprueba que no eran tan sólidas las conclusiones de algunos trabajos sobre el radicalismo que sostenían que la UCR no tenía formulaciones programáticas que tomaran en cuenta reivindicaciones específicas de determinados sectores sociales ni que tampoco el partido radical no hubiera realizado esfuerzos para la incorporación de extranjeros al proceso institucional argentino.

Los “lugares comunes” se conforman de un cúmulo de conclusiones comunes, muchas de ellas alcanzadas a través de formas muy rudimentarias y controvertibles. La nueva historia del radicalismo debe volver a escribirse para no dejar pasar por alto el papel histórico que desempeñó dicho partido involucrando sectores sociales excluidos, proponiéndole a la sociedad en su conjunto un proyecto sustancialmente democrático. Resta preguntarse, de cara al necesario fortalecimiento partidario, por quiénes son los colonos del siglo XXI.